Eran uno
Tan pronto como llegaron a casa, la madre de Joy vino a visitar a los bebés y los abrazó con amor. Con una sonrisa, exclamó: “Son iguales y son perfectos”. Esta respuesta tan positiva y amorosa llenó de esperanza a Joy y comenzó a pensar que, a pesar de los desafíos, todo estaría bien.
La madre de Joy se comprometió a quedarse con ellos todo el tiempo que fuera necesario y a brindar todo el apoyo posible. Esta presencia fue una luz brillante en la vida de Joy y Roberto, pero también significaba que tendrían la responsabilidad de cuidar de los gemelos siameses durante los próximos dos años.